Columna “Lunes de mujeres”: EL PARTO Y SUS FASES

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Llegamos a la quincuagésima primera cita de la columna “Lunes de mujeres”, que se publica cada primer lunes de mes.
Durante los últimos meses hemos hablado de varias cosas que suceden en torno al parto, pero hoy profundizamos en este proceso, que implica varios pasos y cambios.

Todo comienza con una fase preparatoria, denominada prodrómica, que puede durar desde unas horas hasta unos días. No es fácil saber cuándo empieza, porque no siempre se caracteriza por señales precisas; a veces puede pasar desapercibida, o puede caracterizarse por contracciones preparatorias, que son bastante irregulares y soportables. Las contracciones pueden ir acompañadas de otros signos de que algo está cambiando, como la pérdida del tapón mucoso, algunos episodios de disentería o una sensación de agotamiento.   En esta fase, el cuerpo de la mujer siente que el parto se acerca y se prepara para el nacimiento; el cuello del útero se acorta y adelgaza para facilitar la dilatación. La futura madre se prepara para el nuevo viaje que está a punto de emprender; está emocionada, quizás un poco nerviosa.

Si tiene intención de dar a luz en casa, avisa a la comadrona; si, por el contrario, tiene intención de dar a luz en un hospital, puede decidir quedarse en casa hasta que se produzca un cambio. Pero poco a poco la mujer sentirá que se acerca cada vez más a lo desconocido, al umbral que la llevará más allá de la realidad cotidiana, por lo que llega un momento en que siente la necesidad de llamar a quienes la asistirán durante el parto o de acudir al hospital.
Sus ondas cerebrales pasan de la frecuencia Beta, que se produce cuando el cerebro está despierto e involucrado en la actividad mental (realidad ordinaria), a la frecuencia Alfa, que representa un estado de baja actividad cerebral y relajación; o mejor dicho, el cerebro está inactivo, relajado, en reposo, pero al mismo tiempo preparado para la acción si fuera necesario (el límite del subconsciente).

Poco a poco, las contracciones se hacen más intensas y regulares, iniciando la siguiente fase, la fase de dilatación, que caracteriza el trabajo de parto propiamente dicho. El cuello del útero, gracias a las contracciones, se dilata cada vez más hasta alcanzar una abertura de 10 cm, lo que permite que la cabeza del bebé empiece a descender por el canal del parto. A menudo es en este momento cuando se produce la rotura de las membranas, pero a veces puede ocurrir incluso antes.   La duración de esta fase puede variar mucho de una mujer a otra y de unas circunstancias a otras, porque depende de muchos factores, como la estructura física de la mujer y del bebé, el componente emocional y psicológico de la mujer y la forma en que se preste la asistencia al parto; pero, como norma general, la duración del parto no debe superar las 18 horas en el primer parto y bajar a 12 horas en los siguientes. En esta fase, la mujer puede hacer cualquier cosa que le ayude a facilitar la dilatación, aliviar el dolor y distraerse, como cambiar de postura a menudo, caminar, balancearse en una pelota grande, ducharse o bañarse, hacerse masajes en la zona lumbar, escuchar música, …

La mujer se da cuenta de que se está acercando a esa nueva alma, su hijo; siente que ella y su hijo están haciendo juntos el viaje que los unirá aquí en la Tierra. Las contracciones son aún más largas y fuertes, y la dilatación alcanza su máximo.
Por un momento, la madre puede no saber qué hacer o decir, o puede decir que no puede más o que quiere irse a casa; puede buscar la presencia de alguien que la asista, no tanto porque necesite que alguien haga algo, sino porque la presencia de alguien que la haga sentir segura le permite expresarse libremente, volviéndose salvaje y poderosa. La mujer es capaz de encontrar su camino, al igual que el niño. El arte consiste en observar sin perturbar el proceso.

Las endorfinas han empezado a cambiar su estado de conciencia, permitiéndole entrar en una nueva realidad, un estado alterado de conciencia, rompiendo el velo que separa la realidad ordinaria del estado alterado profundo. Sus ondas cerebrales pasan de la frecuencia Alfa a la frecuencia Theta, es decir, entra en un estado de profunda calma, en el que ya no es necesario estar en control consciente, y uno puede distanciarse mentalmente de lo que está ocurriendo (el subconsciente).   De algún modo, la mujer se aísla, se centra cada vez menos en su acompañante y entra en sí misma; comienza el proceso de separación y, aunque sigue siendo consciente de los detalles concretos que tienen lugar en la habitación, ya no le interesan. Esta es la fase en la que cruza el velo y entra en otra realidad, y es crucial no distraerla. Ya hemos hablado largo y tendido sobre las circunstancias que pueden impedirle cruzar el velo, como las preguntas constantes, las luces brillantes, el ir y venir de la gente, …

En este momento hay una fase de transición, que es como una pausa de descanso que proporciona la naturaleza antes del sprint final: dura poco tiempo, aproximadamente media hora, pero es necesaria para que la madre se prepare para la siguiente fase y para que el cuerpo se adapte al paso del bebé. Las contracciones cesan o se vuelven distantes y lentas, la mujer parece somnolienta y distante, necesita recuperarse. Es un momento de espera, y es importante respetar esta pausa, sin forzar nada, porque, aunque parezca que el parto se ha detenido, en realidad la progresión del bebé continúa, sólo busca la posición más fácil para nacer.
Las ondas cerebrales de la mujer pasan a la frecuencia Delta, que se genera en un estado meditativo o de sueño profundo y regenerador; esta frecuencia permite regenerar el sistema nervioso, pero también acceder al mundo del conocimiento profundo.

Después de esta pausa, la mujer empieza a sentir las presiones y una sensación de impulso a empujar, que debe ser asistida buscando las posiciones y condiciones que puedan ayudar al bebé a abrirse camino a lo largo del canal del parto y a su posterior expulsión. En realidad, la mujer siente que todavía no necesita empujar con fuerza; el cuello del útero está completamente abierto y son las contracciones las que mueven al bebé a través del canal vaginal y del periné, es el útero el que mueve de forma natural al bebé a lo largo del canal vaginal.   El bebé, al desplazarse por el canal del parto, realiza rotaciones parciales para adaptar su diámetro al de la pelvis de la madre. Los pujos se producen de forma intensa y espontánea, como resultado de un reflejo no condicionado dado por la presión del bebé sobre los músculos del periné, y la mujer se mueve acompañando las contracciones, que se hacen más largas e intensas. La mejor manera de afrontar este momento es seguir el instinto y las sensaciones percibidas, y efectivamente la madre está concentrada, receptiva, viva y alerta; sigue estando entre mundos, pero es una mujer nueva. Y una vez más, quienes acompañan deben limitarse a seguir las sensaciones y los deseos de la mujer.

Poco a poco, el parto se vuelve más activo: la mujer pasa del estado «entre mundos» al estado activo, está alerta y sabe instintivamente lo que tiene que hacer, encontrando la posición y el ritmo adecuados para el trabajo que está realizando; sabe perfectamente cómo dar a luz a su bebé. Y cuando la cabeza del bebé es visible, la mujer siente un impulso involuntario de empujar.
Cuando la cabeza del bebé ha atravesado el canal del parto, se corona; y una vez que la cabeza está fuera, el bebé, ayudado por otra contracción de la madre, hace una última rotación, de unos 45 grados, para liberar sus hombros y finalmente salir.

Y como ya hemos mencionado en otra ocasión, el parto no termina ahí: continúan contracciones más suaves y menos dolorosas, que ayudan a la placenta a desplazarse hacia el canal del parto para que pueda salir, ayudada por algunos empujones más. Esta fase, llamada alumbramiento, suele durar entre 15 y 20 minutos, pero con amplias variaciones individuales.

Concluyo con las palabras de Christiane Northrup:

“Muchas veces he dicho que si quieres saber dònde està el verdadero poder de la mujer, mires esas experiencias primordiales que nos han enseñado a temer. No es casualidad que sean las mismas experiencias de las que la cultura nos ha enseñado a distanciarnos cuanto sea posible, muchas veces tratàndolas como casos mèdicos, de tal forma que ya apenas tenemos conciencia de ellas. La labor de parto y el parto ocupan una muy elevada posiciòn entre las experiencias que conectan a las mujeres con su poder femenino, junto con el ciclo menstrual y la menopausia. (…) El proceso del parto es uno de los mayores logros de la Naturaleza. En toda su sabidurìa, la Naturaleza lo ha diseñado de modo que la experiencia enseñe a la mujer cuàles son sus recursos interiores y la forma de acceder a ellos. Si se participa en ella consciente y plenamente, la labor de parto tambièn cimienta la relaciòn o vìnculo entre madre y bebè, y, si està presente el compañero de la madre, cimienta la relaciòn entre los tres.”

Ahava, Francesca Zangrandi

PD. La próxima cita de esta columna será el primer lunes de abril, pero, mientras tanto, si deseas mantenerte actualizada sobre los diversos artículos que publico en el blog, puedes suscribirte al boletín, poner “Me gusta” en la página Facebook, seguirme en Instagram o puedes suscribirte al canal de YouTube. Y si crees que este artículo pueda interesar a alguien que conoces, puedes compartirlo. Muchas gracias!

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