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Mañana por la noche la Luna alcanzará su máxima expansión y expresión en Libra, un signo de Aire regido por Venus, y el Sol está en el signo de Aries, un signo de Fuego regido por Marte.

Estos dos planetas producen el movimiento de atracción y separación que rige el mundo, representando la pasión con la que la fuerza creadora lo crea todo.

Venus, la diosa del amor, expresa afinidad, unión, atracción hacia el otro, características que se manifiestan en la relación como la capacidad de fundirse con el otro en una experiencia creativa, en un acto creativo que lleva a una evolución, a un cambio de lo que eran antes los componentes de la relación. Es la energía del amor, de la atracción, la que nos atrae hacia el otro, la que nos transforma, la que nos cambia, la que hace nacer algo nuevo.

Marte, nuestro guerrero interior, por su parte, nos impulsa a actuar, nos pide que nos hagamos valer y nos pongamos por delante de los demás; representa la carga de energía vital que se expresa a través del dinamismo y la agresividad, en el sentido más etimológico del término, “ir hacia” (del latín “ad-gredior”), por lo que es el que hace aflorar nuestro lado animal e instintivo, el valor y la determinación.

Por lo tanto, podríamos decir que Marte y Venus representan los dos polos de una misma energía: Venus representa una energía femenina y receptiva, y Marte representa una fuerza masculina y activa. Y la Luna en Libra y el Sol en Aries nos hablan de la oposición yo-nosotros, dar-recibir, femenino-masculino.

La mediación de este conflicto permite un equilibrio interior indispensable para una correcta capacidad de relación y encuentro con los demás, y requiere la energía necesaria para sanar el conflicto interiorizado entre el yo y el otro, entre el egoísmo y el altruismo, dado por tener un primer lugar para ponerse a sí mismo o a los demás.

Tanto Marte como Venus se encuentran en este momento en el signo de Piscis, el último signo del zodiaco, que cierra con las viejas formas del pasado para prepararse a acoger algo nuevo. Y este signo también acoge la conjunción de Júpiter y Neptuno, que se ha perfeccionado en los últimos días, marcando el cierre de un ciclo de trece años para dar paso al nuevo sueño que estamos gestando.

Tanto el Sol como la Luna están en cuadratura con Plutón en Capricornio, formando una T cuadrada: nuestra esencia (Sol) que mostramos al mundo y nuestra parte más profunda de la que no siempre somos conscientes (Luna) están dialogando y buscando un equilibrio, pero ambos están influenciados por Plutón que nos insta a cerrar con lo que ya no es, soltando las estructuras y reglas (Capricornio) que no se corresponden con lo que somos hoy, quitando las máscaras y renaciendo en la verdad, dejando que nuestra alma se exprese con autenticidad.

Y no es casualidad que esta luna llena ocurra durante la Pascua, un momento catártico en el que tenemos la oportunidad de salir de nuestro caparazón y renacer a una nueva vida.

Feliz luna llena, Francesca Zangrandi

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